lunes, 15 de enero de 2007

Wirikuta (II)

Adentro de la mochila: cereales, dos botellas de agua, algo de fruta, un pañuelo celeste, algunas ropas para la noche. Iba a ser largo el viaje, no sabía si iba a volver. I might be wrong, de Radiohead reberveraba en mi interior mientras recordaba las primeras peregrinaciones de San Pedro a Catamarca y a San Juan. El sol, el polvo del camino, sólo me daban más fuerzas para seguir. No había miedo, sólo deseo. El camino de tierra, pronto se transformó en un sendero, ví un cartel: Reserva Natural Wirikuta. Caminé toda la mañana. Cada tanto me cruzaba con algún lugareño que a cuenta gotas me señalaba la dirección. Preguntaba y me contestaban: "pasando esos árboles", "a tres kilómetros", "después del arroyo".

El hilo de agua me encontró con un pastor. Su mirada bajo sombero deshecho me examinaba. Me miró y sonrió: "¿Hikuri?"preguntó. "Sí", fue mi respuesta. Hacía tres días que comía muy poco, el régimen otorgaba más intencionalidad a las palabras. El hombre me dijo fue que no comiera los peyotes que estaban de a varios, en familia. Sólo, los que crecían aislados. Que no los corte con metal, que deje la raiz y los cure con mi saliva. Eso ya lo sabía, un peyote tarda más de veinte años en crecer para llegar a su adultez, por lo menos dejando la raiz crece más rápido. Por último me señaló una colina, "¿allá crece?" le pregunté. Está en todas partes, pero allá le gusta más. Eso fué lo último que me dijo.

El altar del valle de la creación, pensé, la colina de los sueños, un lugar que no podía existir pero ahí estaba a pocos kilómetros de mis ojos. Cargué agua, descansé un poco, devoré los duraznos tibios que me quedaban. Ya era mediodía hacía rato, y parecía que sería el mediodía más largo de mi vida, un eterno mediodía . Seguí caminando. Al pie de la colina había una pequeña laguna casi extinta en cuya agua barrosa nadaban seres diminutos. Cada tanto llegaba algún que otro animal a abrevar en el estanque. A pocos metros crecían dos árboles pequeños que daban sombra. Dejé la mochila bajo un árbol y salí a buscarlo, el venado andaba cerca.

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