martes, 9 de octubre de 2007

LLueve en Capitol. Sueño despierto.

Estoy aprendiendo a gritar. Son gritos en voz baja o mediana: subo la escalera: Ieeee!, bajo la escalera: Eiiiiiiii!. En fin...

Siguen sonando los relámpagos, cada tanto aparecen truenos. El sonido de la lluvia es cicatrizante.

Pero, no todo es tan poético: no. Hay exámenes, cursada, viajes en colectivo junto con gente que parecen sobrevinientes de un campo de concentración (y uno viajando, precisamente, a otro campo de concentración), etc., etc. Por suerte la primavera le sale al cruce a la oscuridad tribunalicia de cualquier institución que nazca, crezca y se reproduzca al calor del estado y sus escalafones del averno.

Algunos quieren volar del veneno y el amor.
Pero así como a los daños del veneno los cura otro veneno; así a los daños del amor, sólo los cura otro amor.

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