Hoy desperté como de un sueño de mil años. Hace ya más de una semana que estoy teniéndo problemas en mi cuello. Ayer a la noche tomé un miorelajante -pridinol.
Recordé que mi mamá está a muchísima distancia (Diana ¿por dónde andarás?) y confieso que no sentí ni tristeza ni nada de nada. Que bueno, pensé, escaparle a ese tipo de convenciones deficientes -también con algo de náusea- corte día de esto, día de lo otro, etc. Y todos corriendo, esforzandose en ser un poco más neuróticos. Navidad puede ser peor. En ese tipo de fiestas tan occidentales, no queda otra que asumir nuestra raigambre -tan occidental- y tomar para olvidar, seguir olvidando y tomando para seguir olvidando.
El viernes fuí a un cumplete. Llegué a la fiesta. Habían hecho sushi, sashimi, etc. incluso había unos rolls. Me encanta comer sushi; as a matter of fact, cuando vivía en Zicatela, por un breve período trabajé en un gran restaurant japonés: Sakura. Y no digo que haya aprendido los grandes secretos culinarios del "señor miyagi", pero hay algunas máximas que no han de ser olvidadas. Como por ejemplo: es muy importante cortar el pescado con un cuchillo afilado, LIMPIO y seco, porque -y no es que me haga el bon vivant con sueldo de cadete- sino que -en serio- no da arruinar una pornográfica pieza de salmón crudo, con un cuchillo que fue usado anteriormente para cortar ajo o revolver una compostera. Igual comí un montón.
En fin... hay rasgos de mi personalidad que me cuesta mucho disimular, aunque con el transcurso del tiempo voy, lentamente, mejorando.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario