martes, 25 de septiembre de 2007

Escribir en la piel, inscribirla, no tenerle miedo a la ley.

Creo que ya está. Pero... qué es lo que ya está?

Sobre el congreso de Tucumán, bueno, podría derramar lagos de tinta al respecto. Estuvo increíble una experiencia digna de ser vivida. Ya desde la salida de Retiro el agite de Filo, del Patio, los pibes -no tan pibes, che- en malón, copamos Flechabus y al grito de "Tucumaaa, Tucumaa... nos vamo a Tucumaaaaa!" dimos inicio a una nueva aventura. Paradas a respirar aire puro, grandes charlas de pasillo de omnibus -todo un género- e iluminaciones varias. Todo al alcance de la mano. La llegada al camping fue la diáspora desde la terminal de San Miguel, todo un "no-lugar" (para vos, Marc Augé, sabio europeo, que viniste a monologar en tu españól de Jaques Cousteau doblado y para llegar al aula del tercer piso, tuviste que atravesar una asamblea de estudiantes), hasta el mentando camping, cruza bizarra entre woodstock cheto-a-narco-villero y película de Kusturica. Acto seguido (para bautizar el terreno y conseguir la aprobación de los espíritus de la tierra) jugamos un alto partido de pelota en el que -demás está decirlo- gano el equipo de quien suscribe. Ponencias: muy chotas, me gustó una sobre la Shoa. La minita incluso era linda, pero estaba con un equipo de retardados coyunturales de la biopolítica. En fin, no le pidan peras a ya sabemos quien. No estuve en las ponencias de Plant y de Caballo, y eso fue algo que dolió. Pero bueno, difícil fue vivir y convivir en el campamento "Lord of the flyes", por un día; imaginen dos, tres, cuatro... basta! Tanta substancia, amigos filósofos, hace mal.

En realidad quería hablar sobre cierta estética marquesina... no sé. Me tengo que ir a Filo. Bueno, procima entrega prometo: el resto del viaje a Tucumán y luego (pero quien sabe).

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